EL SUEÑO DE DIOS PARA EL MUNDO Y LA CONGREGACIÓN
3 de julio 2022
Con la riqueza que supone haber recordado, rezado, saboreado lo vivido y contemplado el pasado mes de mayo en la 1ª sesión (el análisis de la realidad, un recorrido con los ojos del corazón que nos permitió saber de dónde partíamos, reconociendo a qué nos invitó Dios a cada una), nos volvemos a reunir en familia para seguir avanzando juntas en nuestro camino sinodal hacia la planificación estratégica discernida.
Invitadas a mirar nuestro mundo, y con la ambición de acercarnos un poquito a aquella mirada trinitaria que se concretó en un “hagamos redención”, saboreamos el gozo de compartir miradas misioneras, miradas convergentes a la realidad que nos rodea. Con nombres diferentes fuimos reconociendo las desolaciones, al ver de cerca con ojos del espíritu las sombras del paisaje humano de nuestro siglo, – también Jesús lloró sobre Jerusalén – y acariciamos las luces que nos llegan como consolaciones, del bien que siempre acaba por triunfar, porque la presencia de Dios en el mundo, en su obra, en sus hijos e hijas es real y no hace ruido.
Reconocimos en el mundo y en la Congregación egoísmos, guerras, ausencia de Dios, indiferencia ante Dios y las personas, pero también reconocimos mucha entrega, buena voluntad, disponibilidad, generosidad, una Congregación que extiende su carisma. Trigo y cizaña unidos pero una gran esperanza fruto de la fe.
La vida siempre se da en círculos concéntricos, comienzan en la interioridad del yo y se van ensanchando a la comunidad, a la Congregación, a pueblos y ciudades, al mundo. Porque todo cambio se gesta en el interior de cada una, con el aliento del Espíritu que fue el protagonista de nuestro día, y con el ejemplo marcado por el Evangelio, reconocimos las sombras cercanas y nos pusimos en la fila de los pecadores. Solo el perdón limpia bien la mirada, solo el perdón renueva por dentro. Un momento comunitario que intensificó la presencia del Espíritu y nos hizo saborear la alegría inmensa de la reconciliación.
Revivirlo ha sido luz en nuestro seguir caminando y ha alimentado el deseo de avanzar hacia el propósito, el sueño de Dios. ¡Cuán hondamente descritos en una palabra: pacificada, alegre, confiada, agradecida, serena, los sentimientos al resumir nuestra mirada y que esperanzadores los verbos que concretan a qué nos sentimos llamadas: a profundizar, escuchar, caminar, confiar, amar y servir!
Reavivando nuestra gratitud, nuestra confianza y nuestra generosidad, de la mano de Jesús, María y José que llevaron a plenitud el sueño de Dios, nos ponemos a la escucha para sintonizar, a la luz de nuestro carisma, con la Voluntad del Padre, hoy y aquí.
Nos sentimos, aunque indignas por nuestras “vasijas de barro”, portadoras del Reino, buscadoras del sueño divino, conscientes de que la obra, el proyecto, el sueño es de Dios.
Ya casi son 150 años que San José Manyanet y a M Encarnación Colomina supieron entender y hacer vida nuestro carisma, sueño de Dios, hoy Misioneras y herederas Hijas de la Sagrada Familia de Nazaret nos disponemos a sintonizar con el Sueño que el Dios Fiel nos ofrece, contemplando el misterio de Nazaret, latiendo bien cerca del corazón de Cristo Resucitado.
En familia, en Congregación, juntas, al estilo de Dios y con el Padre Elías, Con la mirada serena y clara sobre la situación real y con el corazón en llamas bajo la acción del Espíritu que no nos deja solas en nuestra misión. Seguimos avanzando juntas.
M. Montserrat del Pozo