El día 26 de marzo tuvo lugar un nuevo encuentro online del grupo “Al atardecer”. El P. José María Fernández Martos sj nos ofreció una síntesis de su amplia experiencia, iluminada por textos de la Escritura, y de autores de la literatura espiritual y poética universal.
Nos invita a conservar los ingredientes para vivir este tiempo de la vida:
- Mantener la curiosidad, para no envejecer más rápidamente. Por mucho que hayamos vivido todavía queda mucho por descubrir y aprender.
- Cultivar la amistad: es importante conservar y cultivar nuestras relaciones. «Un amigo fiel es un talismán». Buscarnos entre los demás.
- Entrenar la creatividad: No arrinconarnos en la rutina. Leer, escribir, fotografiar o pasear por la orilla de los ríos… Brindar ayudas y hacer diferentes servicios.
- Vitalidad: aunque disminuyan las fuerzas y el cansancio, no rendirse. Cultivar espacios de silencio y reflexión. Compartir las alegrías que brotan de lo hondo y de toda la riqueza acumulada en los años. Cuidar la salud.
- Cultivar la generatividad y afectividad: Ayudar a crecer a otros. Ser testigos de nuestra fidelidad, paciencia y gratuidad. «Amemos todo el tiempo». Sembrar todo con amor. El amor que a veces nos tenemos lo sustraemos del amor que debemos a los demás.
- Conciliar verdad y humildad: Decirse la verdad con amor y dar nuestra humilde aportación al mundo. No somos anónimos para el corazón de Dios. Saber perdonar. Humildad para aceptar. «La humildad es la verdad».
- Salva tu honradez e integridad: no cumplir simplemente años, sino cumplirse de verdad. Dar pleno sentido a la vida pasada dando gracias. Quien tiene un sentido para vivir tiene también un sentido para morir.
- Lo mejor está por venir: Si tengo esperanza venzo las tristes esperas. Escribamos una cultura esperanzada. «Demos razón de nuestra esperanza». Desde una enfermería se salva al mundo. La esperanza se contagia desde un corazón que cree.
- Ingenuidad: La muerte es ingrediente de todo lo que me dio vida. Soy ya vida eterna porque estamos sembrados en Cristo, Dios. La muerte es también una vocación, una llamada.
Con mucho gozo constatamos la experiencia compartida de que vivir nuestro carisma es una experiencia alentadora, una fuente de juventud. La riqueza de los años, a la luz de la Palabra de Dios, nos impulsa a mirar con ilusión el futuro, nos dispone a acercarnos con corazón compasivo a las necesidades de las personas y fortalece nuestra esperanza, con la convicción de que lo mejor está por llegar. Sabemos que en nuestro camino a casa el Señor nos sigue llamando y viene a nuestro encuentro.
“¡Ven, Señor Jesús!” (Ap 22,20)