Música del corazón en fiesta, porque no se cansa de decir gracias, porque celebra con asombro y gratitud los prodigios que tú, Señor, haces con nosotras.
Gracias, Señor, por tu misericordia, por la que un día nos pusiste en camino, nos llamaste por nuestro nombre y nos enviaste a anuncias er Evangelio de Nazaret. Gracias porque ne nuestro amanecer, con los colores de la aurora, nos encontraste en vela, dispuestas a caminar contigo e hiciste arder nuestro corazón con tu palabra de vida.
Gracias, porque en la mitad de nuestra jornada, con el sol de mediodía, nos diste el agua viva para continuar el camino y nos hiciste peregrinas en medio de un mundo sediento de ti.
Gracias, por salirnos al paso y caminar a nuestro lado y por renovar nuestra entrega y el anhelo de servirte.
Gracias, porque ahora en el atardecer de nuestras vidas te encontramos de nuevo para decirnos que todo es gracia y lo único necesario es permanecer en ti, alabarte en el ocaso de la vida y dejar que cada día ocurran los milagros que tú quieres realizar a través de nuestra pequeñez.
Gracias, Señor, por todo lo vivido en este encuentro.
Gracias a nuestra amada Congregación que lo ha hecho propicio.
Gracias por tantas gracias en la acogida de nuestras comunidades y de tantas personas buenas que hemos encontrado en el camino.
Gracias, para Ti es mi música, Señor. Gracias, Señor, Gracias.
Hasta Jerusalén han llegado estas buenas noticias y nos alegramos al constatar cómo se preparan las misioneras de Nazaret, trabajando, reflexionando juntas, compartiendo y co-creando para multiplicar la eficacia de la pedagogía, para personalizar el aprendizaje y con él, la evangelización. Las noticias que llegan de todos los lugares donde están enraizadas no dejan de manifestar el gozo de contar con ellas en la obra evangelizadora de la Iglesia Universal.
No tiene edad la misión porque no es una tarea, es esencia, se es apóstol, misionero y esto imprime carácter. Por esto quienes en el amanecer de su vida sellaron su Alianza con Dios en Nazaret, en el atardecer llevan consigo la plenitud de todos los colores vividos que las hace más misioneras aún. Toda la Iglesia en oración agradece y admira este Atardecer tan fructífero al que Dios mira complacido.
Entretanto el Espíritu sigue acompañando a la Iglesia insinuando nuevos caminos, abriendo horizontes, mostrando sueños. La Palabra de Dios, el Verbo hecho carne en Nazaret, el Reino tantas veces anunciado por Jesús por los caminos de Galilea y Judea llegará hasta el último rincón de la tierra, porque la obra es de Dios.
23 de julio al 4 de agosto 2022, Amanecer en Colombia